
Al planificar una familia, una pareja tiene una inmensidad de decisiones que tomar. El color de su cuarto, la “ropita” que usará al nacer, que educación le dará, como acomodar la rutina para ellos.
Es toda una hermosa proyección del futuro de esa familia que se agranda para expandirse, para ir un paso más allá de aquellas dos personas que comenzaron a pensarla.
La economía del hogar también es un factor a tener en cuenta. Para la planificación amorosa de un niño en el hogar, se deben pensar todos los factores que harán que ese niño tenga todo lo que necesita y que podemos brindarle.
La idea siempre es que crezca sano, se desarrolle con salud emocional, física y mental y que disfrute de cada pequeño paso.
Ser padres es una gran responsabilidad, ese pequeño depende integralmente de nosotros, sobre todo en los primeros años. Estos años son vitales para todo niño, allí absorben todo lo que el ambiente le ofrece, lo bueno y lo malo, claro está. Queremos que ese niño tenga las mejores experiencias, las mejores emociones.
Alimentamos su narcisismo estimulandolo y tratando de darle todo lo que conforme con salud, su bienestar, alentando la expresión de sus emociones y motivaciones.
Cuando logramos lo que consideramos mejor para nuestro hijo, surge la idea de tener otro, un hermano que lo acompañe en el proceso de su crecimiento. Y allí pensamos,¿esto será lo mejor para él? ¿No se sentirá mal o menos querido? Y si decidimos no tener un segundo hijo ¿cómo va a aprender a compartir? ¿no sufrirá por el síndrome de hijo único? ¿Será más egoísta si no tiene un hermano?
¿Cuál es el problema de ser el hijo único?
La sociedad está acostumbrada a poner etiquetas y nombre a ciertas situaciones que entienden pueden generalizables. La realidad es que «un conjunto de síntomas» conforman un Síndrome. Con esa lógica médica, se han encuadrado y etiquetado muchos cuadros supuestamente sintomáticos, que marcan a la persona, y nos predisponen a tratar o tratarse del modo que dice la sociedad que somos.
Entonces aquí, mencionamos al Síndrome del hijo único, y ya cuando planificamos la llegada de un segundo hijo a nuestra familia, le damos un motivo para que el primogénito no sufra de este síndrome. A los niños que se los ubica con este síndrome se los identifica como egoístas e inmersos en un mundo de fantasías, haciéndoles difícil la relación con otros en su adultez.
Se entiende que la sobreprotección, la atención de los padres al extremo bajo el cumplimiento de todos los deseos de ese niño, son algunas de las conductas parentales que origina también un estado de ansiedad en estos niños.
Otra de las marcas que a los padres, no hace más que hacerlos sentir culpables. Así, nos encontramos con padres desorientados y ansiosos por cumplir con todos los requisitos de «buen padre» o «familia perfecta», para no traumar a su niño.
¿Qué hago?¿Hermanito/a si o no?
Siempre debemos partir del deseo. Nadie nos puede decir que es lo que está bien y qué es lo que está mal en términos de crianza. Si bien los especialistas cuentan con herramientas para brindarnos, la decisión de agrandar aún más la familia es bien singular de esa familia.
En última instancia debemos recordar el proyecto que nos hemos colocado como familia. No existe un libro con instrucciones paso a paso sobre como hacer lo mejor para nuestros hijos. Nuevamente, libros hay millones, que nos hablan de situaciones, consejos y más. Pero en definitiva, la última decisión la tienes tú.
Los consejos, las herramientas son instancias de información válidas pero no deciden sobre nuestro quehacer. Allí se encuentra nuestro desafío, saber tomar decisiones sabias que harán la real diferencia en la vida de nuestra familia.
¿Y si me equivoco?
Claro que nos vamos a equivocar, mil veces por ello somos humanos. Seres humanos incompletos que lo único importante que debemos hacer es disfrutar la vida, tomar decisiones de cómo hacerlo según creamos que vamos a ser felices y hacer felices a los nuestros.
Si nos equivocamos, o tropezamos, nuestra habilidad de levantarnos y avanzar de otro modo deberá activarse.
Cuando tenemos hijos, seamos padres o madres, siempre vamos a sentirnos incompletos. Siempre nos sentiremos en falta y siempre nos exigimos ser los mejores para nuestros hijos. Pero debemos recordar que no somos perfectos y como padres, decidiendo o no tener un segundo hijo, en el momento de la decisión final, tendremos claro que ello es lo mejor para esa familia.
El segundo hijo no viene a salvar del egoísmo y el aislamiento del primogénito. Viene a ser un ser singular en una familia que lo espera y lo ama. Tomando o no la situación de tener otro niño, no condenamos al otro a un peor o mejor destino. La transmisión del amor será dentro de esa familia, sea para la llegada de un nuevo niño o sea para que nuestro primer hijo tenga lo mejor que podemos darle.
Siempre tienes la posibilidad de pedir orientación como padre o madre, a un profesional psicólogo, que te brindará los lineamientos para la toma de decisiones orientadas a tu bienestar.