
A pesar de que nuestros padres y abuelos nos han criado para creer y pensar que el matrimonio es para siempre, muchas veces esto no es así. Por diversas razones llegamos a un momento en el que nos damos cuenta de que el matrimonio no está funcionando y, lamentablemente, no somos felices con nuestro esposo(a). Por mucha terapia en pareja que hayamos hecho y por mucho empeño que hayamos puesto para solucionar los problemas, llegamos al punto de no retorno, ese en el que, ya sea de mutuo acuerdo o no, decidimos divorciarnos.
El divorcio nunca es fácil, ya que implica afrontar el fracaso de una relación, entender que nos hemos equivocado y, en algunos casos, asumir culpas y responsabilidades. Sin embargo, para una pareja que no ha tenido hijos, el divorcio puede transcurrir de forma rápida y fluida. El problema se presenta cuando hay hijos de por medio, ya que, estos sufren directamente la desintegración de su familia, lo cual afecta en gran medida su autoestima, su seguridad y la percepción que tienen del mundo.
Para poder entender esto, hay que ponernos en el lugar de los pequeños. Un día tenemos una familia en la que aita y ama conviven juntos en casa y al siguiente día uno de ellos se va y te das cuenta de que no volverás a vivir con ambos. Este es un golpe muy fuerte para ellos, sobre todo para los más pequeños, quienes no cuentan con la madurez necesaria para poder comprender lo que está ocurriendo. Un divorcio conlleva un cambio total en la dinámica familiar, por lo que es importante que los padres hagan todo lo que esté a su alcance para minimizar el efecto de esto en sus hijos.
Esta es una pregunta que se hacen muchos padres, pues abordar con los hijos el tema del divorcio resulta bastante escabroso y difícil. Sin embargo, es importante que busquen la ayuda de algún especialista que les indique cuál es la mejor manera de hacerlo.
De forma general, se recomienda que sean ambos padres quienes les informen a los hijos la decisión de divorciarse. Esto es así porque de esa manera le dan al niño la seguridad de que, a pesar de que ambos se están separando, él sigue siendo lo más importante y que ambos velarán por su bienestar. Igualmente, es de vital importancia hacer énfasis en que el divorcio es una decisión de ambos padres y que él o ella no tienen ningún tipo de responsabilidad. Es decir, hay que dejarles muy claro que el divorcio no es culpa de ellos. Esto es importante porque muchas veces los hijos creen que son los responsables del divorcio y separación de los padres.
Finalmente, a los hijos hay que hablarles con la verdad, por muy dura que esta sea. Esto no quiere decir que discutáis con ellos las razones del divorcio, pero sí deben ser claros y explicarles que, probablemente, vendrán momentos que serán duros a nivel emocional, que pueden ser desconcertantes y que es muy probable que le cueste adaptarse a la nueva dinámica familiar. Sin embargo, lo más importante es hacerles ver que ambos padres estarán allí para ellos siempre, para darles apoyo y escucharlos.
Como te lo hemos dicho ya, el divorcio no es nada fácil para ninguno de los involucrados, especialmente para los hijos, que se encuentran en medio de todo. Para ellos es un momento de incertidumbre total y tienden a surgir muchas dudas e inseguridades. Entre las más comunes están las siguientes:
Todas estas interrogantes deben ser respondidas por los padres, de manera sutil, pero directa y clara. Es por esto que es necesaria la ayuda de algún especialista que les indique cuál es la mejor forma de hablar con los niños. Es importante que los niños entiendan que sí, que evidentemente su vida va a experimentar algunos cambios, pero que estos no tienen por qué ser negativos y, sobre todo, los padres deben asegurarle que estarán con ellos en cada paso del camino y, muy especialmente, que su amor por ellos no va a cambiar. Este es un punto importante, porque contribuye a infundirles seguridad dentro de tanta incertidumbre.
No todos los niños reaccionan igual al divorcio de sus padres. Esto va a depender en gran medida de la edad y de su proceso evolutivo a nivel cognitivo. Es así como los niños más pequeños (hasta los 2 años) prácticamente no se darán cuenta de que algo ha cambiado. Quizás se den cuenta de que uno de los padres no están tan a menudo como antes, pero esto no repercute significativamente en su desarrollo.
Ahora bien, en el caso de niños más grandes (hasta los 5 años) es posible que presenten ciertos problemas que deben ser atendidos, por los padres, de la manera más amorosa y comprensiva posible. Recordemos que en esta edad es donde se produce el entrenamiento de los esfínteres, por ejemplo. Pues bien, este proceso puede verse afectado y es entonces cuando vemos niños que, de forma repetida, mojan la cama. Así mismo, es posible que su miedo e incomodidad se manifieste con problemas para conciliar el sueño e incluso con terrores nocturnos. Todos estos problemas deben abordarse desde el amor, siempre intentando fortalecer en el niño su seguridad y dándoles a entender que ambos padres están allí para ellos.
En los niños más grandecitos, cuyas edades se ubican entre los 5 y los 12 años, la situación se complica, pues ellos entienden lo que ha pasado y pueden albergar sentimientos de culpa, tristeza y resentimientos. Son niños propensos a caer en procesos de depresión, por lo que hay que brindarles todo el apoyo y estar muy alerta a sus cambios de comportamiento y actitudes.
Finalmente, tenemos a los adolescentes. Debido a su desarrollo cognitivo, ellos están en condición de entender perfectamente lo que significa un divorcio y las repercusiones que este puede tener. Ellos pueden reaccionar de dos formas: volviéndose depresivos y retraídos o, por el contrario, siendo desafiantes e iracundos. Indistintamente de la reacción que tengan, es importante conversar con ellos de forma clara, brindarles apoyo y, de ser necesario, buscarles ayuda especializada. Esto es así porque a esta edad son propensos a incurrir en actividades de riesgo que les ayuden a escapar de su realidad, como por ejemplo el consumo de drogas y alcohol, el sexo e incluso trastornos alimentarios como la anorexia y la bulimia.
Un divorcio siempre va a afectar a los hijos, de una u otra manera. Sin embargo, hay formas en las que los padres pueden contribuir a amortiguar el golpe y minimizar esos efectos. A continuación, te nombramos algunas:
Es importante desde un principio, conversar con ellos de forma clara y precisa. Hablarles de que, a pesar de que ama y aita ya no vivirán juntos, seguirán siendo sus padres y los seguirán amando igual. Además, hay que dejar muy claro que el divorcio es un paso definitivo, evitando de esta manera que ellos puedan albergar fantasías de reconciliación que, eventualmente, les causarán daño al ver que no se hacen realidad.
Cuando hay un divorcio, los niños viven una especie de duelo. Sí, como lo estás leyendo, duelo por el padre con el que ya no vivirán. Al divorciarse los padres, los niños no sufren únicamente la pérdida del padre que se va, sino que pierden también la forma de vida a la que están acostumbrados. Aceptar esto y adaptarse a una nueva vida es un proceso muy complejo e incluso doloroso en el cual los niños deben contar con el apoyo y compañía de ambos padres.
Muchos hijos abrigan sentimientos de rencor hacia los padres que se divorcian, pues lo ven como una afrenta hacia ellos mismos. Es de vital importancia ayudarles a resolver estos conflictos de ira y enojo y enseñarles que a través del perdón a sus padres, se sentirán liberados de sentimientos negativos y serán más felices. Esto también se aplica para aquellos hijos que sienten que el divorcio ha sido su culpa. Al perdonarse a sí mismos logran tener mayor estabilidad en sus vidas.
Es posible que muchos hijos de parejas divorciadas pierdan la fe en el matrimonio y en las relaciones sentimentales. Entonces, cuando crecen son incapaces de mantener relaciones estables y duraderas. Les da miedo entregarse porque creen que saldrán heridos. Es importante enseñarles que así como hay parejas que se divorcian, hay otras que duran toda la vida juntas. Que a ellos no tiene por qué pasarles lo que les pasó a sus padres.
Como puedes ver, el tema del divorcio, cuando hay hijos, es muy complejo y difícil de abordar. Sin embargo, con voluntad y con la ayuda de especialistas, es posible minimizar el efecto negativo del divorcio en los hijos y lograr que estos crezcan sanos y felices.